Corría el año de 1763 en la ciudad de Zacatecas, Don Diego de Gallinar vivía con su sobrina Beatriz Moncada, una joven muy hermosa que llegó a casa de su tío luego de haber perdido a ambos padres.
Don Diego de Gallinar tenía planeado casar a su sobrina con Don Antonio, su único hijo, que por esas fechas andaba en servicio con el señor Márquez de la Laguna, era un joven que derrochaba su dinero a manos llenas, y la principal razón del enlace era que Beatriz había heredado una gran fortuna.
Fue entonces que algunas noches, al dar las doce campanadas, se escuchaban las notas dulces de un violín tocando por un joven indígena recogido y educado por los religiosos del convento de San Agustín. Su nombre era Gabriel García; debido a las buenas referencias que le daban los religiosos a Gabriel, éste era admitido en todas las reuniones de la aristocracia de aquel entonces.
Beatriz lo oyó tocar y le entrego el corazón, por su parte Gabriel también la adoró con todas las fuerzas de su alma; aunque sabía que era un amor sin esperanza.
Todas las noches al filo de la medianoche, Gabriel iba frente a la casa de su amada a ofrecerle un romántico concierto. Beatriz burlaba la vigilancia para tener oportunidad de escucharlo más de cerca. Pero una noche, Don Diego descubrió a Gabriel, y le ordenó que se fuera o lo haría apalear. Gabriel respondió de forma educada; pero viendo el ademán de sacar la espada de Don Diego, le hizo saber que su respeto le impedía pelear con él.
El señor Gallinar le insultó para después propinarle una bofetada, el joven no resistió más y arrojando su violín en medio de la calle desenvainó su espada y se puso en guardia con el propósito de defenderse sin agredir a su agresor.
Don Diego queria a toda costa acabar con su adversario, y el hecho de que el joven solo se limitaba a parar los golpes, lo había hecho enfurecer.
Entre el calor de la pelea el señor Gallinar se lanzó para acabar con su adversario, pero terminó clavándose en la espada de Gabriel que solo quiso desviar la mortal estocada, Don Diego se desplomó lanzando una horrible blasfemia; y dejando ver así que se encontraba en agonía.
Gabriel aterrorizado se arrodillo a ayudar al moribundo; cuando se abrió el portón de la casona y salió un criado del señor de Gallinar que había presenciado la lucha, al ver a su señor herido de muerte y a su agresor inclinado ante él, sacando un puñal del cinto se lo clavó a Gabriel en la espalda y corrió a esconderse dentro de la casa.
Entonces, se escuchó un grito de agonía, seguido del estrépito de cristales rotos; Era que Beatriz, al ver estas horribles escenas, se había desmayado y su cuerpo, rompió los cristales del mirador, para caer y
estrellarse en las piedras de la calle, junto con el violín de su amado.
Cuando la ronda llegó al lugar de la tragedia, encontró a la débil luz del farol a los tres cadáveres, una mano piadosa, marcó con tres cruces de cal los lugares donde fueron encontrados los tres cuerpos.
A partir de ese momento esta calle cobró un aire de misterio sobrenatural, incluso la empezaron a llamar "La calle de las tres cruces". Actualmente se dice que, si acudes por las noches o en la madrugada puedes toparte con el alma en pena de alguno de los enamorados o la de Don Diego, las cuales aún no pueden descansar en paz.